La Batalla de Covadonga

jueves, 3 de julio de 2008
Posted by tmc

De Don Pelayo, Hijo del duque Favila, se ha dicho que es astur, toledano, gallego y leonés no estando del todo claro este punto, por contra, hay unanimidad en cuanto a su origen visigodo. Tras participar en la batalla de Guadalete, viajó a Asturias pasando por Toledo donde ocupó (en Asturias) un cargo relacionado con la antigua administración del territorio que seguía vigente desde los visigodos. Munuza, gobernante musulmán de Gijón, le envió a Córdoba y aprovechando su ausencia se casó con su hermana, enlace al que Pelayo siempre había sido contrario. En la primavera del año 818 se fugó de Córdoba y, perseguido por algunos musulmanes con la intención de arrestarle, cruzó por León y atravesó el río Piloña hasta llegar a Cangas de Onís donde se estaba celebrando una reunión de cargos visigodos.

Cuando Don Pelayo llega a Cangas de Onís se entera de lo sucedido con su hermana y de que Witiza había matado a su padre. Estos hechos, unidos a su decepcionante estancia en Córdoba le animan a levantar un foco de resistencia a la invasión musulmana. La oportunidad se le presentó cuando vio que en Cangas de Onís se celebraba una reunión de duques y mandatarios visigodos. En esta reunión Pelayo habló de sublevación y mencionó a sus antepasados. Al parecer persuadió a los demás dirigentes con la idea de que el sur de España era una propiedad suya que les habían robado los invasores y por lo tanto tenían que recuperar.

Allí se dice que fue proclamado rey y se acordó el dejar de pagar el jaray y el yizia (impuestos territoriales). Esto suponía que Asturias, y en especial Cangas de Onís, se sublevaba contra Al-Andalus. Hay pequeñas escaramuzas militares por todo el reino y Munuza se ve obligado a pedir ayuda a Córdoba. Los generales musulmanes, ven esta situación como una oportunidad de conseguir una victoria sencilla que les suba la moral después de los continuos escarceos que debilitan su poder y, sobre todo, su imagen. Convencidos de la victoria envían tropas desde Córdoba para que apoyen a las ubicadas en Asturias.

Pelayo se había enterado de que hacia Asturias se dirigían tropas musulmanas y era hora de preparar una estrategia. Primero debería reunir un ejército. Todas las fuentes coinciden en que Pelayo estaba al mando de unos 300 hombres armados. El camino que deberían seguir las tropas musulmanas era a través de los Picos de Europa. La Cova Dominica, ahora Covadonga, dedicada a la Virgen María era el lugar perfecto para la defensa. El profundo valle de Cangas de Onís, con montañas abruptas que se cierran en lugar de Covadonga con caminos entre muros y precipicios junto con los senderos que obligan a dar la vuelta son un buen lugar para una lucha si se conoce el terreno. Si además del amparo de los Picos de Europa encuentras una cueva en la cual esconderte, encima de un camino por el que hay cerros alrededor, has hallado el sitio idóneo. Así es Covadonga y así es el lugar que eligió Pelayo para enfrentarse a su enemigo. Los “asnos salvajes” como les llamaban los musulmanes a los rebeldes del norte tenían la ventaja de conocer el terreno en el que se desarrolla todo como la palma de su mano, atacar desde arriba y tener la agilidad de trepar o descender por esas paredes. Los musulmanes, al mando de Alqama, conocían el terreno de las montañas de Marruecos pero iban a ciegas por los inexplorados senderos que se crean en los Picos de Europa.






El 28 de Mayo del año 722 fue la fecha en que sucedió. El número de tropas musulmanas es incierto, se ha dicho que fue una pequeña escaramuza y también que fueron 187,000. Tanto Sánchez Albornoz como Juan Antonio Cebrián coinciden en que fueron unos cuantos miles, diciendo el segundo, que fueron 20,000. Pelayo contaba con 300 hombres que distribuyó de la siguiente manera: dos tercios fueron a los cerros de alrededor y unos cien hombres junto con Pelayo se quedaron escondidos en la cueva. Cuando las tropas musulmanas estaban al alcance, los Astures colocados en los cerros empezaron a disparar flechas y a arrojar piedras. Los musulmanes se defendieron con saetas pero sin que surtieran ningún efecto.

Las tropas musulmanas no pudieron organizarse debido a lo estrecho del camino y a lo abrupto del terreno. Ni recibían órdenes ni tenían capacidad de movimiento debido a su gran número. A la vez que los soldados escondidos salían de la cueva que para los musulmanes había sido invisible hasta el momento, los “asnos salvajes” saltaron de los cerros sobre los soldados musulmanes dividiéndolos en dos grupos. El pánico se apoderó de ellos y huyeron como pudieron. Alqama murió en la batalla y Oppos, el cristiano traidor, fue capturado.

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